Transiciones||Víctor Alejandro Espinoza
Alianzas y fragmentación del voto
Como en algunas otras entidades del país, en Baja California los principales partidos políticos han decidido participar en el proceso electoral actual en coalición. En esta entidad por primera ocasión habrá elecciones concurrentes. Se renuevan todos los cargos locales (25 diputaciones, 5 alcaldías y la gubernatura) y se eligen 8 diputaciones federales.
Un total de 12 partidos políticos locales y nacionales se disputarán los cargos, además de los candidatos independientes que logren superar los requisitos exigidos por ley, sobre todo logren recabar el número de apoyos requeridos (2% del listado nominal estatal para aspirantes a gobernador y 2.5% de su demarcación para quienes buscan la candidatura a la alcaldía o a una diputación local).
Será sin duda la elección local con más candidatos. Por ejemplo, para gobernador se registraron dos alianzas (PAN/PRI/PRD) y (MORENA/PT/PVEM). Estamos hablando de dos candidaturas; habría que agregar los aspirantes del Partido de Baja California, Partido Encuentro Social de Baja California (ambos partidos locales), Movimiento Ciudadano, Partido Encuentro Solidario, Redes Sociales Progresistas, Fuerza Social por México (estos tres últimos de reciente creación) y eventualmente un candidato independiente. Recordemos que en la pasada elección (2019) compitieron 6 candidatos.
Una idea más aproximada de las dimensiones de la elección y de las múltiples opciones que tiene el voto ciudadano resulta de multiplicar las 8 candidaturas por los 5 municipios (sin incluir regidurías ni sindicaturas). Estamos hablando de 40 candidatos. Y si a ello agregamos las 17 diputaciones, sumamos 136 candidatos. En total entre candidatos a gobernador, alcaldes y diputados estamos hablando de 184 candidatos a cargos locales y faltaría agregar a los candidatos independientes.
Un mundo de candidaturas se le presentan a los ciudadanos. Pero, además, habría que agregar al menos 64 candidatos a las diputaciones federales, suponiendo que se presentan 8 candidatos por distrito. Hablamos de 248 candidaturas. Ese número es alto para una entidad; ahora imaginémonos para estados con una geografía política mucho menos concentrada que la de Baja California; se multiplican los cargos en disputa. Efectivamente, Baja California apenas tiene 8 distritos electorales federales, 17 distritos estatales y solo 5 municipios.
Para el ciudadano resulta muy complicado decidir sus opciones electorales en medio de una oferta tan amplia. Sobre todo, para quienes han decidido que la “política” es una palabra negativa y han concluido que “todos los partidos son lo mismo”. Se requiere un nivel de cultura cívica amplio como para decidir participar y tener claro el voto. En el caso de la disputa de gubernaturas o alcaldías, se personaliza la candidatura y el ciudadano decide con base en el personaje que aspira al cargo. Pero en el caso de diputaciones (federales o locales) lo que pesa más son las siglas partidistas. Por eso los nuevos partidos la tienen más complicada. Muy pocos los conocen y tienen que alcanzar el 3% de la votación válida emitida.
El voto se fragmentará y será muy complicado para los nuevos partidos que no pudieron participar en alianza conservar el registro, salvo que alguien con arrastre popular o conocido se inconforme con su partido por no haber sido considerado a una candidatura, por ejemplo, de gobernador o alcalde, y decida aceptar el ofrecimiento de alguno de los nuevos partidos.
La fragmentación beneficia a los partidos consolidados, a los nuevos o que carecen de voto duro, los castiga. Pero algo que pudiera jugar a favor de la “chiquillada” es el abstencionismo. Como sabemos, las tasas de participación electoral en Baja California son muy bajas. En la pasada elección de gobernador (2019), la participación electoral fue de 29.95%, aunque consistente con los comicios de las dos últimas décadas. Por desgracia, el alto abstencionismo no penaliza a los partidos políticos pues con muy pocos votos logran mantener el registro. En un círculo vicioso que premia la baja participación ciudadana y hace que candidatos y partidos ganadores no sientan la presión por democratizarse y rendir cuentas, menos por traducir las promesas de campaña en políticas gubernamentales o llevar a cabo lo que se comprometieron. El abstencionismo no es una buena noticia para la consolidación democrática, tampoco la fragmentación partidista.