Transiciones || Víctor Alejandro Espinoza

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Vivir muriendo

Nos levantamos con el resumen trágico de homicidios en nuestro país. La cifras terribles que evidencian la grave crisis social en la que nos encontramos. No parece haber luz al final del tunel; el país se desangra y las “víctimas colaterales” se cuentan por miles. Nuestra capacidad de asombro al parecer se va perdiendo; son tantos los muertos que por desgracia a muchos ya no llaman la atención.

Hace poco tiempo la televisión y las redes sociales nos mostraban imágenes terribles de más de una docena de hombres colgados en un puente. Lo extraordinario era que una persona seguía atendiendo, como todos los días, su puesto de comida abajo del puente. El decía que ya no era extraordinario ver cadáveres. Hace un par de meses también circuló una fotografía donde yacía un cadáver en la calle y frente a él, en el puesto de comida, las familias seguían compartiendo. Imágenes terribles de la sinrazón.

Sabemos que la violencia es un fenómeno multifactorial, es decir, que no se asocial a una sola variable, sino que son muchas las causas que confluyen para dar por resultado una sociedad que se desangra. No me interesa en esta colaboración abrumar a los lectores con las cifras de homicidios, de robos con violencia o de otro tipo de delitos. Tampoco justificar que ya se ha logrado mejoría cuando desciende ligeramente alguno de los indicadores que se utilizan para la medición de la inseguridad. Eso alivia muy poco a quienes han sido víctimas o sus familiares o amigos cercanos, de algún delito.

Me imagino a la familia del matrimonio de tijuanenses que este pasado lunes 9 de septiembre fueron asesinados en su domicilio. Un médico oncólogo y una reconocida abogada. ¿Cómo explicarles que las cosas están mejorando o van a mejorar?¿ Cuando sus padres fueron torturados antes de ser ejecutados?. La noticia ya de por sí nos desmoraliza y golpea como una bofetada de realidad. Los muertos se siguen acumulando y no se ve por donde se pueda enfrentar la barbarie.

Una sociedad agraviada por la inseguridad pero sobre todo por la impunidad y la corrupción en el ejercicio del derecho, empieza a tomar justicia por propia mano. Es lo más trágico que estamos viendo: linchamientos de una turba desenfrenada que clama venganza y que es capaz de linchar a quien nada tiene que ver con la acusación. Indigna una reacción de tal naturaleza que se explica pero no se justifica.

Sabemos bien que las estrategias de los dos últimos gobiernos para enfrentar al crimen organizado y sus derivaciones, solo se tradujo en un baño de sangre. Fue un gravísimo error declararle la guerra al narco. La violencia se multiplicó, junto con la corrupción del dinero sucio. Ahora estamos ante una situación tan grave que difícilmente se puede atisbar al menos regresar a como se vivía en 2006. Difícil recomponer el tejido social a corto o mediano plazo. Complicado prescindir de acciones punitivas frente al crimen organizado. Un verdadero desafío diseñar políticas para pacificar al país.

El gobierno de AMLO pasará a la historia si logra en este sexenio distender y pacificar la violencia que nos agobia. No se trata de simples porcentajes mínimos de reducción, sobre todo de los homicidios. Se trata sí de que estemos convencidos de que la guerra intestina terminó y que volvemos a ser un país vivible y transitable con expectativas de futuro. No es sencillo y AMLO lo sabe, por eso sus expresiones tan coloquiales cuando se refiere a la delincuencia y que tanto indignan a un sector de la población. Juega con ese discurso y minimiza la gravedad del momento. Sabe bien que está contra reloj y que su gobierno tiene que dar resultados.

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