Transiciones || Por Víctor Alejandro Espinoza  

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¿Sin futuro?

El pasado sábado 24 de agosto se llevó a cabo la asamblea nacional de la agrupación política Futuro 21, que aglutina a personajes de todo el espectro político nacional. Su lanzamiento público se hizo el 24 de junio y su objetivo es convertirse en un partido político utilizando el registro del Partido de la Revolución Democrática. Lo interesante es que más que coincidir en un programa común de transformación de la sociedad mexicana, los une su antilopezobradorismo.

Efectivamente, el nuevo partido busca ganar posiciones en las elecciones intermedias de 2021 donde se renovará la Cámara de Diputados. Buscaría convertirse en la tercera fuerza por debajo de MORENA y del PAN. Lo interesante es que el pegamento de tan disímbolos personajes que lo integran es la identificación de Andrés Manuel López Obrador como el enemigo a vencer.

La lista de los nuevos integrantes resulta muy interesante: destacan perredistas de las corrientes de los “Chuchos” y Galileos, ex panistas, ex priistas y ex miembros del Partido Nueva Alianza. Todos reunidos por el resentimiento del triunfo de MORENA en las elecciones de 2018.

Tal como hiciera el PRD en su surgimiento en 1989, cuando el Partido Mexicano Socialista le cede el registro, ahora el cascarón en que se convirtió el PRD dará paso a Futuro 21. Imaginemos qué puede salir de una dirección integrada por estos personajes: Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Guadalupe Acosta, Fernando Belaunzarán, José Narro, Beatriz Pagés, Miguel Ángel Mancera, Rubén Aguilar, Cecilia Soto (que al parecer decidió bajarse del carro), Tere Vale, Gabriel Quadri y Purificación Carpinteyro, por mencionar a algunos. ¿Se imaginan a la hora de discutir sus lineamientos politico-ideológicos?

La historia, decía el clásico, se repite dos veces: una como tragedia y otra como farsa. Esa máxima parece aplicarse al PRD. No hay punto de comparación entre su nacimiento y su muerte el día de hoy. Abanderado por los líderes de la Corriente Democrática: Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y Andrés Manuel López Obrador, a los que se sumaron personajes de la talla de Heberto Castillo, Gilberto Rincón Gallardo y Amalia García; el Nuevo partido dirigía sus luchas a la democratización de la sociedad. Se identificaba claramente como la alternativa de izquierda que recogía toda la la tradición y experiencia de las luchas sociales desde la formación del Partido Comunista Mexicano en 1919.

La historia del hundimiento del PRD la conocemos: una corriente “Nueva Izquierda” (los llamados Chuchos) se adueñó de la dirección y lo convirtió en un fantasma que igual se aliaba con el PAN y apoyaba a candidatos de la derecha como Ricardo Anaya Cortés. Echaron por la borda su capital politico que había alcanzado su máximo en las elecciones presidenciales de 2006 y 2012 cuando su candidato fue AMLO. El desastre llegó de la mano de las elecciones de 2018, cuando sumaron derrotas y su candidato panista perdió con un amplio margen.

En su ideario es de subrayar la ausencia de un proyecto alternativo. Incluso con un cambio de nombre buscan aglutinar a la oposición de derecha que piensa que los problemas nacionales se resuelven deteniendo las reformas de López Obrador. Hay una fuerte añoranza del pasado reciente, sobre todo de la permisividad de los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Muchos de sus fundadores son opositores virtuales: desde las redes sociales han combatido las políticas de AMLO y se han erigido en los “verdaderos” representantes de la sociedad civil. Lo interesante es que con su transformación de PRD a Futuro 21 han dejado a MORENA como la única alternativa de izquierda para enfrentar los grandes desequilibrios nacionales. Ya no podrán reivindicar un proyecto diferente al modelo neoliberal: se han transformado en lo que alguna vez algunos de ellos criticaron: son ideólogos conservadores: no quieren un cambio: viven en y del pasado. ¿Tendrán futuro?

 

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