¡Qué vergüenza! ¡Qué tristeza! ¡Qué impotencia! o los hijos del pandemónium.
LA NOCHE DE LOS NAHUALES Por Benjamín M. Ramírez
El sistema de salud en México no puede pasar por su peor momento como los que atraviesa hoy. Si en un día normal de consulta, las citas, cirugías, análisis de laboratorios y otros servicios son postergadas de forma cotidiana cuánto más en estas jornadas en las que el mundo entero atraviesa por una situación sanitaria de pandemónium.
Los mensajes que circulan en las redes de forma incesante y constante —la última, un grito de auxilio leída por el histriónico Eugenio Derbez— llama poderosamente la atención al denunciar la falta de insumos ante un sistema de salud que colapsa segundo tras segundo, muerte tras muerte…
Tras la difusión del cómico de marras, Derbez, las autoridades estatales saltaron al ruedo con un boletín de prensa en el que no desmiente lo expresado por el actor de “No se aceptan devoluciones” (2014), pero se comprometen “a realizar un recorrido de supervisión por las distintas instalaciones médicas del estado que han sido reconvertidas a centros de atención de emergencia por el Covid-19, particularmente el Hospital Regional número 20 del IMSS de la ciudad de Tijuana”.
Nada debe extrañarnos.
En la lectura que el actor multifacético realiza pone énfasis en las expresiones: ¡Qué vergüenza! ¡Qué impotencia! ¡Qué tristeza! Que se atraviese por esta situación si desde hace más de un mes y medio se veía venir esta situación, afirmó el histriónico quien leyera una carta del doctor Faustino Ruvalcaba, al tiempo que indicaba una dirección física ubicada en la colonia Buenos Aires Sur.
Me comuniqué de forma inmediata marcando al número de móvil que indicaba la lectura atendiéndome una persona que aseguró “el doctor está atendiendo una llamada”. A pregunta expresa de un servidor sobre la autenticidad de la carta y de la veracidad de la misma en cada una de sus líneas aseguró que la situación dista mucho de la información oficial.
Mientras que en la cuenta @IMSS_BC y en respuesta a @EugenioDerbez, la dependencia informa que el mensaje que circula vía redes sociales en el que se solicitan insumos, se comunica que se cuenta con el material en las unidades médicas para la atención a pacientes sospechosos y confirmados de #COVID19. Se invita a la población a consultar las fuentes oficiales.
Sólo basta dar una mirada retrospectiva al sistema de salud en México y las prestaciones de las que, a golpe de amenazas y emplazamientos de huelga, los gobiernos anteriores han sucumbido a las demandas y exigencias de los sindicatos que aglutinan a los profesionales de la salud.
Todos, unos menos que otros, han doblado las manos ante la pésima atención del personal, desde la recepción hasta el médico del consultorio, laboratoristas y personal adscrito al sistema de salud, tal y como se han denunciado, algunos casos en carne propia, en este espacio periodístico.
Y tiene razón Derbez, pero no han sido dos o tres meses atrás, ha sido la herencia de un sistema de salud secuestrado por oscuros intereses: administraciones, sexenios tras sexenios, sindicatos y farmacéuticas han creado un trinomio mortal para todos los derechohabientes.
Décadas atrás, igual que hoy, era difícil tener acceso a consulta sin haberse desvelado la noche anterior, hablar con “alguien” para acelerar la atención o adelantar una cita en el consultorio familiar o conseguir los medicamentos recetados y que no se encontraban en existencia.
Lo cierto es lo evidente.
Es inevitable que se le dé una mayor atención de forma prioritaria a las situaciones de urgencias que ponen en peligro la vida del paciente, como el caso del COVID-19, sin embargo, este escenario queda a la deriva cuando el ciudadano común no acata las recomendaciones esenciales para disminuir los riesgos de contagio y evitar con ello catapultar las cifras de decesos.
Decenas de hospitales en México no han sido terminados o presentan rezagos: algunos no cuentan con equipo médico; otros, personal. Hospitales que fueron construidos y proveídos con equipo rentado sólo para tomarse la foto, ha sido la parte visible de todo lo que subyace en el sistema de salud en México, una estela de corrupción como sedante.
No. No han sido tres meses o menos, señor Derbez. Han sido sexenios de abandono a los más desprotegidos, de quienes cargan sobre la espalda —los más vulnerables— los efectos de la corrupción que han sido tolerados y se ha visto normal en el transcurso de muchas décadas.
Todos hemos sido cómplices y todos colaboramos con las deficiencias en el servicio y la falta de insumos en los hospitales. Unos por omisión y otros, por acción.
Ya la muerte ronda por las ventanas y llegará a tocar la puerta de quienes —desafiando a la suerte—, se aventuran a llevar una vida “normal” en tiempos de emergencia, tal como los propietarios de camionetas Todo Terreno, 4×4, en la presa Abelardo L. Rodríguez en esta ciudad fronteriza. De forma temeraria arriesgan su salud, la de sus familias y la de los ciudadanos que se esmeran en permanecer en la trinchera del hogar, confinados.
Todo ha cambiado: la rutina, el trabajo, las relaciones familiares, la comunicación, la educación y los retos que faltan por llegar ante la extensión de los periodos de confinamiento y la curva de la muerte que se antoja imparable.
Sólo tenemos que hacer algo muy simple, nada. Nada que ponga en riesgo la salud personal o de quienes nos rodean. Ni siquiera enfermarse.
Si logramos salir de esta situación que aún nos mantiene con vida, demos gracias al Creador, o según lo conciban tus creencias en lo divino, por cada día que podemos ver al sol o las nubes negras en el horizonte.
El camino a Emaús se hace cada vez más extenso…