Neoliberalismo, feminicida o el arte de zopilotear sobre la desgracia: El nueve que no(s) mueve || La noche de los Nahuales
Por Benjamín M. Ramírez
Los toques en la ventana de la casa me obligaron a levantarme y abrir la puerta para atender al impertinente. —Buenas noches —dijo.
La cosa es muy simple, sostuvo el visitante. Usted puede estar tranquilo. Yo le cuido la casa. Sólo tiene que pagarme a la semana la cantidad que le voy a indicar y si no puede pagar en efectivo acepto también despensas. —Es muy fácil vivir tranquilo, manifestó.
Sucedió hace algunos meses. Con la ola de robos a casa habitación y de las muertes violentas en cada rincón del país, cualquier malandro se atreve a exigir derecho de piso.
Agradecí la visita y le comenté que lo pensaría.
De manera personal, no puedo exigir al presidente cuidar de mi familia, de mis hijos. No imagino al titular del Ejecutivo —suena irónico y falaz— cuidar de los míos, cuando es mi responsabilidad. O imaginar que la policía cuide mi integridad personal las veinticuatro horas del día. Lo que sí puede exigir la sociedad, cada uno de nosotros, son medidas preventivas y acciones contundentes y eficaces para evitar las situaciones cada vez más tristes en un país en donde la desolación y la descomposición social han encontrado su morada. Y parece imparable.
Son más las acciones que, al interior de la familia, se pueden llevar a cabo para paliar el desamparo y el llanto que impera en todos los rincones del país: el fortalecimiento de los lazos familiares, la sana convivencia, el retomar los valores, la empatía y el humanismo —cada vez más desplazado en la mente de los jóvenes—, la solidaridad y la idea el bien común.
Es también importante exigir que cada instancia de gobierno asuma la responsabilidad que le corresponde ante tanta deshumanización y la destrucción del derecho humano esencial, la vida. Cada Poder es responsable de lo que le corresponde hacer: Ejecutivo, Legislativo y Judicial; la escuela, la familia, los grupos religiosos, entre otros entes públicos.
La mayoría de los casos que atentan contra la integridad de los infantes suceden en el domicilio o contiguo a él, y estas acciones criminales son ejecutadas por alguien cercano o conocido de la víctima.
El iter criminis es muy claro, lo mismo que el iter victimae.
La pregunta llegó a rajatabla: apoyaba o no, el paro nacional de mujeres programado para el nueve de marzo. El cuestionamiento me tomó por sorpresa. Mal parado. No supe que contestar porque la información que poseía sobre dicho asunto era escasa.
Ya muchas dependencias gubernamentales han otorgado las facilidades correspondiente para todas aquellas que deseen participar en el “Nueve Nadie se Mueve”.
Si existen intereses partidistas e ideológicos detrás del movimiento, no lo dudo ni por un segundo. Por supuesto que sí. Las masas son “mágicamente” “moldeables”. El gobierno mismo, al otorgar las “facilidades”, reconoce de facto que algo no está haciendo bien. Y esto incluye a todo el aparato del Estado.
Todo el dolor puede ser y es empleado para golpear al gobierno en turno, zopiloteando, ondeando la bandera del luto y de la desesperación nacional, para reclamar y demandar, y con justa razón, acciones contundentes y mano dura contra quienes causan el sufrimiento y la desesperanza.
Lo más irónico de lo que se cocina en la gestación del paro nacional es que dicha propuesta ha recibido una reacción, casi viral, de aceptación. Manifestar el hartazgo por las acciones erráticas y medidas o acciones sin la fuerza contundente; y la obligación del Estado de que “no volverá a suceder”. Sin embargo, cada persona en su libero arbitrio toma las decisiones que cree conveniente.
México no necesita aumentar el número de efectivos de militares o policías. Existen países donde el ciudadano que desea portarse “mal” sabe, es consciente, que enfrentará toda la fuerza de lo que el Estado es capaz, y la piensa dos veces, o se atiene a las consecuencias. Poblaciones enteras son cuidadas por un reducido número de efectivos porque están seguros de que enfrentarse a la ley no es un buen negocio.
ES obvio que los policías son bien pagados y el puesto de servidor público son más que honoríficos. Cuando en México realmente exista un deseo genuino por servir a la patria, nuestro país se transformará en un paraíso.
No es la pobreza auspiciada por el neoliberalismo el causante de lo que se perfila como tragedia nacional: los hechos violentos cometidos en contra de las mujeres por razones de género. Lo sostengo porque un gran porcentaje de pobres, la mayoría, es gente honesta, trabajadora.
El nueve las mujeres no se mueven, y no creo que sea porque tienen miedo. Supongo que eso también lo han erradicado. El nueve no se mueven porque podrán y deberán demostrar la fuerza, que son capaces de exigir, y con derecho; y emplazar a todos los niveles de gobierno e instituciones de interés público, a una vida libre de violencia. Sólo así, se podrá justificar el paro nacional.
El Estado Mexicano debe responder a esta justa demanda.
«— Le daré otra cita para que piense sí realmente quiere denunciar a su pareja, dijo el fiscal. Porque luego vienen, arrepentidas, a lloriquear para que el marido salga de la cárcel. Otorgan el perdón y lo único que logramos es tener mucho trabajo y un montón de papeleo…
A muchas mujeres les fue imposible acudir a la nueva cita porque ya estaban en una tumba.