NEGOCIAR, ACORDAR || TRANSICIONES

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Sin entrar a discutir el tipo de democracia que vivimos en México y tampoco las fechas de instauración, temas sobre los que siguen existiendo diferencias entre estudiosos y políticos, sostengo que la negociación para lograr acuerdos es consustancial a dicha forma de gobierno. Partamos de un consenso: la nuestra es una democracia política. Sobre esta caracterización no parece haber diferencias.

En el largo interregno de partido hegemónico, y posterior de partido dominante, que va desde la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940), hasta el año 2018 (incluyo los gobiernos panistas pues el sistema político continuó funcionando de la misma forma), la palabra negociación, derivada del verbo negociar, fue desterrada de la vida pública mexicana. Al contrario, como me dijera mi querido profesor español Ludolfo Paramio, para los mexicanos se convirtió en una “mala palabra” y sinónimo de “negociación en lo oscurito”.

En el largo periodo autoritario no se negociaba nada públicamente, se hacía la voluntad del presidente, de los gobernadores y de los alcaldes. El partido en el poder no negociaba, imponía su voluntad. Claro, “bajo cuerda”, “en lo oscurito” se compraban voluntades, se transaba. El más claro ejemplo de estos días es la forma en como se compraron los votos para la reforma energética. Se trataba de un gran negocio autoritario. No importaba defraudar a los ciudadanos, era lo de menos. Lo que interesaba era mandar el mensaje de unidad de las fuerzas políticas, a costa del erario, por supuesto.

La democracia, y un buen ejemplo es la forma en como funciona el Congreso, requiere de acuerdos para llevar a cabo nuevas reglas del juego, tomar decisiones constitucionales o normativas, es decir, decidir en mayoría. Son procesos tortuosos algunas veces largos, que involucran deliberación y negociación. Así como nos ha costado mucho tiempo y recursos tener una democracia procedimental, así cuesta acordar en mayoría. Lo más fácil y rápido era la imposición de la voluntad de Ejecutivo y de un partido sobre lo que sostuvieran las minorías y de espaldas a los intereses ciudadanos y nacionales. La democracia implica cambio en las reglas del juego.

Buen ejemplo de llegar a acuerdos bajo nuevas reglas es sin duda el caso de la reciente designación de los cuatro nuevos consejeros electorales del Instituto Nacional Electoral. Hasta el último momento se mantuvo la tensión y las negociaciones para llegar a acuerdos que evitaran un verdadero conflicto en los días previos al arranque del proceso electoral federal (1 de septiembre). Desde luego que en una negociación de este calibre no podía haber unanimidades. Lo más fácil, como ocurría en el pasado, era que MORENA impusiera a los 4 consejeros. Los números en la Cámara de Diputados, sumando a aliados, se lo permitían. Sin embargo, se optó por una salida negociada, acorde con las reglas no escritas de la democracia política. Incluso, desde el arranque del proceso se aceptó que en el Comité Técnico de Evaluación, cuyo mandato era presentar a la Junta de Coordinación Política (Jucopo) 4 quintetas finalistas, MORENA no tuviera más que uno de los 7 lugares. 

Al llegar las quintetas a la Jucopo, evidentemente quedó en evidencia que se habían dejado en el camino a muchos candidatos con perfiles idóneos. Algunos diputados reconocieron el error de haber permitido dicha conformación del comité. El reto para el coordinador de la Jucopo y de la Cámara de Diputados, Mario Delgado, era enorme pues era difícil llegar a una decisión que dejara contentos a todos los grupos y fracciones de los partidos, empezando por el suyo, MORENA. Era tarde para reiniciar el proceso. Desconocer a las quintetas implicaba, afirmaban algunos, el riesgo de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación los eligiera por sorteo mediante tómbola. Así que con la parte final del proceso cuestionada, se negociaron los nombres, uno por cada quinteta, y al final todas las fracciones de la Jucopo y la mayoría calificada de los diputados los aprobaron. 

Se impuso la negociación sobre la imposición. No todos estuvieron de acuerdo, pero fue la mejor salida en medio de un proceso complicado. Así es la democracia política. No parece haber soluciones fáciles.

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