Este domingo 1 de diciembre tuvo lugar la cuarta marcha organizada por la oposición al gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Hubo mayor asistencia que a las tres anteriores; es probable que se debió a que en esta ocasión se sumaron a la convocatoria miembros del PAN, así como dirigentes de organizaciones de la sociedad civil (como Maria Elena Morera, de Causa en Común, A.C. ) y personajes como Julián LeBarón.
El mismo día, pero en otro lugar, AMLO daba su “cuarto informe” ahora del primer año de su gobierno. Para ambas concentraciones parecía importante “mostrar músculo”. El Zócalo lució lleno, mientras que la marcha del Ángel de la Independencia al Monumento de la Revolución, convocó a algunos miles de opositores. En esta ocasión llamaba la atención lo bien uniformados que lucían: camisas blancas, sombreros y lentes oscuros para protegerse del sol, zapatos deportivos de buenas marcas y sus jeans. Se trata de un sector social que tradicionalmente había despreciado las marchas y que ahora ha salido a las calles a protestar contra el “Comunismo” de AMLO, como se leía en alguna pancarta y donde también sobresalía “Viva Cristo Rey”. En el Zócalo no había uniformes, ni ropa de marca. La mayoría era del color de la tierra.
Una democracia consolidada requiere una oposición fuerte y propositiva. Por desgracia, en México sólo se trata de una oposición “reaccionaria”, en el sentido de que se ha constituido como antilopezobradorista y reacciona ante cada propuesta gubernamental. Después de las elecciones de 2018, los tres partidos que habían compartido el poder hasta ese momento (PRI, PAN y PRD), se sumieron en una profunda crisis. La derrota fue de tal magnitud, que a poco más de un año de distancia continúan desarticulados y sin liderazgos fuertes. Sus posiciones frente a la administración actual son siempre contestatarias.
La fragmentación de la oposición es su principal característica. Subsisten algunos politicos opositores y periodistas que han llevado la voz cantante contra AMLO durante los dos últimos años, pero sobre todo a partir de que asumió la presidencia el 1 de diciembre de 2018. Su principal labor ha sido a través de los medios de comunicación tradicionales, pero también de manera muy activa en las redes sociales. Se dice que el encono se deriva de las grandes sumas de dinero que recibieron en el pasado y que se suspendió a partir de diciembre de 2018. Por eso hicieron hasta lo imposible por descarrilar la candidatura de AMLO.
En el caso de la oposición política, su atomización es evidente. Por un lado se encuentra el PAN y algunos de sus ideólogos visibles: Marko Cortés, Juan Carlos Romero Hicks, Santiago Creel y Vicente Fox. Lo que queda del PRD, estaría representado por sus voceros Fernando Belaunzarán y Jesús Ortega. Deberemos agregar la propuesta de partido de los Calderón (Felipe de Jesús y Margarita), México Libre. Y por último a dos gobernadores que aspiran a suceder a AMLO: Enrique Alfaro, de Jalisco y Javier Corral, de Chihuahua. Hay otros ideólogos que aparecen como cercanos a todos estos grupos y que tienen influencia en redes: Sergio Sarmiento, Denise Dresser o Enrique Krauze, serían sus ejemplos más destacados. Y no parece haber más.
La columna vertebral de la oposición mencionada es su rabioso antilopezobradorismo. Muchos de ellos se identifican cuando se refieren a él de manera despectiva como “López”. Pero más allá de la atomización, el problema de fondo es que quienes se ostentan como oposición no presentan ningún proyecto alternativo a las políticas impulsadas desde Palacio Nacional. Sólo se trata de criticar lo que va presentando. Y así es muy difícil construir una verdadera oposición que logre una interlocución con AMLO y MORENA. En lugar de proyecto, sólo se presentan descalificativos: el ejemplo más lamentable es el de Vicente Fox, que flaco favor le hace al PAN. En fin, esperamos, por el bien de todos, que en los próximos años surja una oposición inteligente, propositiva y comprometida con el futuro del país. Por el momento, tenemos únicamente una oposición lastimosa.