Millones de sumisos mexicanos se rindieron a los pies del “Príncipe de la Canción”
Por Bernardo S. Cisneros Medina
Millones de mexicanos sumisos, cual fiel costumbre de nuestro país, se rindieron a los pies de “El Príncipe de la Canción”, como se le conocía al cante José José, sin importar que únicamente llegaron a la Ciudad de México la mitad de las cenizas del arista procedentes de Miami, Florida, Estados Unidos, miles de quienes viven en la capital se volcaron a las calles, al Palacio de Bellas Artes, a la Basílica de Guadalupe y al exterior del panteón Francés la última morada del gran ídolo.
Sin importar la ofensa de que fueron objeto por el comportamiento de Sara Salazar, tercer esposa de “El Príncipe de la Canción” de quien se dice que tenía tres años de vivir separado y de su hija Sarita Sosa Salazar, previo y posterior a su fallecimiento, las honras fúnebres de José Rómulo Sosa Ortiz, quien murió el 28 de septiembre en un hospital de Miami, Florida, por causas aún no muy claras, fueron seguidas por los millones de sumisos mexicanos a través de diversos medios de comunicación sobre todo por televisión e internet, al no tener la oportunidad de hacerlo personalmente por residir fuera de la Ciudad de México.
Triste resultó despedir a uno de los últimos ídolos del medio artístico en México como fue el caso de José José, pero más triste resultó ver a un pueblo sumiso, que se conformó con lisonjas, que en su momento no exigió con fuerza, con vehemencia que las cenizas de “El Príncipe de la Canción”, llegaran completas a México y no se quedaran la mitad en Miami, Florida, Estados Unidos donde el famoso artista vivió en medio de alegrías y sufrimientos los últimos años de su prolífera y tormentosa existencia.
Porque al final de cuentas, le duela, a quien le duela, Sara Salazar hoy viuda del cantante mexicano y su hija Sarita Sosa Salazar, le ganaron de todas todas la partida tanto a José Joel y a Marysol Sosa Noreña hijos mayores del finado José José, quienes abandonados a su suerte por parte del Gobierno Federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador, pelearon de principio a fin por saber primero donde estaba el cuerpo sin vida de su progenitor y días siguientes por conseguir que los restos mortales arribaran íntegros a la patria que lo vio nacer, crecer en todos los aspectos incluido el artístico, su patria que lo vio hacerse famoso, que lo vio ser presa del alcoholismo y de las drogas de cuyas adicciones logró salir, pero que no lo vio morir, mucho menos llegar completo.
Ante la falta de un firme apoyo gubernamental, José Joel y Marysol Sosa Noreña, hijos del matrimonio que conformaron José José y Anel Elena Noreña Grass, no tuvieron otra alternativa más que aceptar a regañadientes la decisión unilateral que tomó su media hermana Sara Sosa Salazar, quien al ver que tenía todo a su favor, no desaprovechó la oportunidad de manipular el acta de defunción en la cual no fueron anotadas las causas de la muerte de José Rómulo Sosa Ortiz, nombre de pila de José José, pero sí quedó asentado en el citado documento oficial el acuerdo de cremar el cadáver de su padre y cual herencia maldita las cenizas se repartieron en dos partes.
Habrá quienes digan que sí hubo apoyo del Gobierno Federal para José Joel y para su hermana Marysol, al intervenir el Cónsul de México en Miami, Florida, Jonathan Chaid, al vuelo recordemos que la intervención del diplomático mexicano no fue por mutuo propio, se derivó de la petición del propio José Joel, quien al no saber nada del paradero de los despojos mortales de su padre, luego de 48 horas de intensa búsqueda, tuvo que recurrir a la sede diplomática a pedirle auxilio, logrando que finalmente las aguas en medio de la tragedia familiar llegaran a su cauce y apaciguar la tormenta que se desató, para que finalmente el sumiso pueblo mexicano despidiera a su rey, conformándose con las lisonjas que les enviaron directamente desde Miami, Florida, Sara Salazar viuda de Sosa y su hija Sarita Sosa Salazar, quienes al lograr su objetivo cual amas y señoras de la situación, optaron por quedarse en la paradisiaca ciudad, que venir a México a ser escarnio de la furia de millones de capitalinos.
A su vez Anel Elena Noreña Grass, ex esposa de “El Príncipe de la Canción”, al vivir en carne propia el viacrucis que padecían sus retoños en Miami, Florida, Estados Unidos, en diversos medios de comunicación, pidió la intervención del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien ni tardo, ni perezoso aprovechó que tiene de su lado a su sumiso pueblo, puso a disposición de la familia Sosa Noreña, un avión de la Fuerza Aérea de México para trasladar la mitad de las cenizas de José José desde el vecino país del Norte a la Ciudad de México o sea las lisonjas de quien fue un grande de la canción de los últimos cincuenta años.
El autor de esta columna es Licenciado en Derecho egresado de la Universidad de Tijuana CUT, Campus Altamira, periodista desde hace 35 años y Director del portal de internet www.ensaladadeportivabaja.net