LeerEntreLíneas ║ Francisco Ruiz

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El sí de los chilenos

Martes 27 de octubre de 2020. Llegamos a la última semana de octubre. El tiempo está avanzando muy rápido, más de lo que imaginé cuando se dio a conocer la situación del coronavirus. En dos meses más terminará 2020 y comenzará la carrera por la gubernatura en Baja California, así como la renovación de los cinco Ayuntamientos y las 25 curules del Congreso local.

Sin embargo, este año nos ha ofrecido grandes lecciones. Un vasto aprendizaje personal, profesional y social. En muchos casos, el COVID nos ha restringido, en otros, nos ha obligado a explotar nuestro ingenio y buscar alternativas para seguir con la cotidianidad de nuestras vidas.

De tal suerte que, en medio de la pandemia, el 78% del pueblo chileno dejó manifiesta su soberanía al decidir echar abajo la Constitución que actualmente los rige, pues aspiran a dejar atrás el mal recuerdo de un gobierno golpista.

Como referencia histórica, Augusto Pinochet fue un militar chileno que organizó y encabezó el golpe de Estado asestado contra el entonces presidente Salvador Allende. Este último fue reconocido por ser el primer jefe de Estado con ideología socialista que asumió el poder mediante elecciones libres, en medio de una competencia democrática.

Así, Chile tuvo su propio 11 de septiembre en 1973, cuando los amotinados bombardearon el Palacio de la Moneda, sede del Poder Ejecutivo. Luego de la muerte de Allende en el propio sitio, Pinochet gobernó entre 1973 y 1990, primero de facto y luego mediante procesos que fueron mera simulación. Inició como presidente de la Junta Militar de Gobierno de Chile, cargo al cual se le sumó el de jefe supremo de la Nación en 1974, para asumir la Presidencia de la República de Chile oficialmente en 1981. El 11 de septiembre de 1980, mediante un cuestionable plebiscito, Pinochet reemplazó la Constitución de 1925 con una propia.

Pinochet, como Victoriano Huerta en México, fue un usurpador. ¡Vaya con las similitudes históricas! Mientras en 1913, Francisco I. Madero nombró a Huerta jefe de plaza para defender su gobierno durante la Decena Trágica; Allende hizo lo propio en 1973, cuando designó a Pinochet comandante en jefe del Ejército de Chile. Ambos traicionaron la confianza de sus presidentes, causando un periodo de inestabilidad y excesos en sus respectivas naciones. Por “suerte” para México, el gobierno de “El chacal” Huerta solo duró dos años.

Ahora, ha llegado el momento de que la voz de la sociedad chilena se escuche, un verdadero reto que mostrará que tan preparados estamos para lograr que la democracia pase de la representatividad a la participación efectiva. El proceso será interesante, contempla la participación equitativa de mujeres y hombres a partir de abril de 2021. Según lo anunciado, la nueva Constitución verá la luz hasta 2022.

El presidente López Obrador ha expresado su admiración y simpatía hacia la figura e ideas del expresidente Allende: “Ser revolucionario no significa necesariamente tomar las armas, por ejemplo, el presidente Allende no quiso eso, es el personaje que más admiro, que más sentimientos me genera. Porque es un humanista, víctima de canallas” (Fraude 2006).

Afortunadamente, nuestra Constitución fue elaborada por un Congreso Constituyente integrado por personajes notables y no por un dictador canalla, lo aclaro por aquello de que Andrés Manuel vaya a salir con una “ideota”.

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