LA NOCHE DE LOS NAHUALES || Por Benjamín M. Ramírez
ERNESTO CARDENAL O CANTO AL MIEDO EN UN PAÍS DE TUMBAS SIN CRUCES: A DIVINIS
El poeta ha guardado la pluma y su vieja máquina de escribir ha quedado silenciada.
El espíritu de lucha, a fuerza de versos y agazapado entre las estrofas, que caracterizó a Ernesto Cardenal, ha dimitido este domingo, pasada la hora de nona.
Duramente criticado y juzgado por la derecha eclesial, Ernesto Cardenal, sacerdote de origen nicaragüense supo estar del lado de los más desfavorecidos. Impulsando, desde las trincheras que la poesía le permitía excavar, a la teología de la liberación, comprendida mal, rechazada y vituperada entre los círculos más altos de la jerarquía eclesiástica.
Ernesto Cardenal ha muerto. Falleció en punto de las 03:06 de la tarde. Y con él, se va la oposición férrea al gobierno de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, correligionario del profeta poeta en el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, grupo guerrillero que derrocó al dictador Somoza.
El poeta nicaragüense fue castigado durante varias décadas con “la suspensión a divinis”, que se traduce, lejos de lo divino, suspensión que prevé el derecho canónico para los consagrados e impuesta por el entonces papa Juan Pablo II, porque Cardenal se involucró en asuntos políticos y tomó partido, y fue nombrado ministro de cultura, luego del triunfo de la revolución sandinista.
La obra del poeta, fallecido la víspera, ha traspaso fronteras y más de un enamorado y desilusionado puede recordar con nostalgia las letras de Epigrama:
Al perderte yo a ti,
tú y yo hemos perdido:
yo, porque tú eras
lo que yo más amaba,
y tú, porque yo era
el que te amaba más.
Pero de nosotros dos,
tú pierdes más que yo:
porque yo podré
amar a otras
como te amaba a ti,
pero a ti nadie te amará
como te amaba yo.
A pesar de la reprimenda papal, Ernesto Cardenal supo ponerse del lado correcto de la historia, siempre a la par de las causas de los menos favorecidos, impulsando un evangelio que se traduce en liberación espiritual y material de las masas oprimidas por el yugo del pecado y de la injusticia social.
Cardenal aceptó su destino, sin vacilar, sin alzar la voz.
Obediente, abandonó sus tareas clericales y abonó a su trabajo apostólico y profético a través de la poesía, de la lírica y, en general, de sus obras que se traducen ya a varios idiomas, siendo reconocido como un poeta prolífico y un referente de la lucha por la libertad y la justicia.
Cardenal se mantuvo firme en su labor profética y poética: a diferencia de Leonardo Boff, sacerdote que abandonó los hábitos y que se casara después de ser castigado duramente por impulsar la teología de la liberación.
Ernesto Cardenal caminó junto a Gustavo Gutiérrez, Don Pedro Casaldáliga, Sergio Méndez Arceo, y San Romero de América, Ignacio Ellacuría —entre otros tantos perseguidos y martirizados por impulsar un método y enfoque nuevo del evangelio— el sendero que nace de las primeras comunidades cristianas y que tienen su origen en Jesucristo mismo: bienaventurados los pobres…
Hacer del hombre sujeto de su propia liberación, hacerlo consciente de sus cadenas, si lo liberas, si le quitas los hierros, quizá sea libre por un momento, pero vendrá otro opresor, otra forma de esclavitud, otro abusador y le impondrá cadenas nuevas; quizá más pesadas, gruesas y extensas.
Si el hombre, por sí mismo, cobra consciencia de su situación de esclavitud, sea esta de cualquier forma de opresión, porte cadenas de acero, de humo o de espuma, será libre a pesar de las cadenas, a pesar del opresor…
Creo firmemente en que en algún momento llegarán los tiempos de paz, de tranquilidad, de bonanza y de solaz, pero esto sólo será posible cuando seamos capaces y decidamos cavar las tumbas para desenterrar el miedo; dejar las tumbas abiertas, el sepulcro vacío, y llevar la buena noticia de que es posible el bien común.
En suma, el evangelio cristiano, es un camino hacia la liberación que se debe aceptar con todo el peso de la cruz y, al mismo tiempo, del martirio, de la crucifixión.
No existen cadenas peores o patíbulos inexorables, en aquellos que las portan o son conducidos sintiéndose libres.
Hoy existen cadenas invisibles, digitalizadas, a base de hologramas o códigos QR.
El hombre es atrapado en las redes del ciberespacio, con grilletes de reconocidas marcas y, prisionero se ata, creyendo que son alas.
Creo que son oportunos los versos en la obra de Don Pedro Casaldáliga como cierre final a estas líneas:
El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.
¡Latinoamérica ha perdido a un profeta…!