Todo se puede —dijo la voz. Cuestión de que los billetes hablen a favor de tu causa.
Sucede en el reino donde la corrupción, el soborno y los moches gobiernan de forma paralela al gobierno legalmente constituido. Sin castigos, ni penas corporales. En verdad, aquí todo se puede.
Lo saben todos, es tolerado y hasta implorado. Si se tiene que hacer algo, se debe hacer, incluso mojar la mano que se extiende.
El moche es la ley, incluso, hasta necesario. Cuestión de que no se atore algún trámite, una petición, un permiso, una legislación o un paquete de reformas que se venden como ineludibles para el país.
Sin embargo, desde Fox, el presidente que se quedó con el cambio, y luego con Felipe Calderón, no se vieron las grandes permutas estructurales que esperaba la mayoría y que crearon la falsa expectativa de un nuevo amanecer en territorio nacional. Fue sólo un período vacío, de transición y estancamiento, de movimiento oscilatorio permanente, sin repercusiones a corto o largo plazo.
Así funciona la maquinaria en el reino, en donde todos los engranajes del sistema deben ser lubricados de manera permanente con la filosofía del moche, del cohecho, del embute y el soborno. El fin justifica los medios.
En las salas de justicia, un secretario de acuerdos puede dejar abierta la caja de su escritorio para que discretamente el abogado en ciernes deposite un porcentaje de las ganancias obtenidas, una especie de retribución que se le ofrenda a la legalidad y a la agilización del trámite. No se debe dudar que lo recaudado se tenga que repartir. Como rezaba un viejo amigo, hay que tirar para arriba para que le toque a la mayoría.
En el reino de los moches existe una aparente y apacible guerra, donde los colores se enfrentan belicosamente en una serie de declaraciones sin cuartel, negando y desacreditando lo expresado por un indiciado. Si las declaraciones de los delincuentes resultan inaceptables, por provenir de quien lo emite, no habría posibilidad para la justicia. Puesto que lo dicho por un malhechor no podría considerarse digno de crédito.
Ya sea en las grandes esferas del poder político, económico o social, el soborno siempre es un invitado bien recibido. Lo mismo sucede, en menor cuantía, en los estratos sociales más bajos, donde la pobreza no puede ofrecer más que su fuerza de trabajo o pagar piel por piel, cuerpo por cuerpo.
Desde luego que sería necesario abordar la doctrina del soborno en su dimensión omniabarcante, como ley omnipotente, omnipresente y determinante:
Se soborna al policía frente a una infracción de tránsito; al juez, para que determine la liberación de un indiciado acusando errores en el debido proceso; al profesor, para que altere una calificación; al funcionario público, para que agilice un trámite; al médico de un hospital público, para que pueda atenderte en el menor lapso posible; al contratista de una obra, para que disminuya los costos, con todos los riesgos que la acción conlleva. El chiste es sacar tajada de los negocios al amparo del poder que todo lo corrompe y lo vuelve nauseabundo.
Todo señalado tiene derecho a su defensa, así que muchos de los salpicados por la declaración reservada de un Lozoya hospitalizado, deberán justificar los millones que se les otorgó en “comisión”.
¿Qué sucedería si el gobierno de la continuidad, rojos o azules, ostentarán el poder frente a la crisis sanitaria y económica que aqueja a nivel mundial? Sin ser nahual puedo avizorar que los combustibles estarían por las nubes, el dólar siempre subiendo y los programas sociales siempre en beneficio de los más favorecidos por el poder.
Frente a la ola imparable de violencia que azota a nuestro país, a la escasa o nula inversión de capitales, la degradación crediticia por parte de las calificadoras, la incertidumbre de empresarios de las PyMES frente al nulo estímulo fiscal, a la pérdida del poder adquisitivo y del empleo, será necesario una reconstrucción nacional que le apueste a la honestidad, pero en serio.
Así como Singapur, así como Corea del Sur, como Japón y su disciplina, desconectarnos de la doctrina de que cuando el billete habla, la honestidad debe callar.
Todo lo anterior será visible con una inversión en capital humano que le apueste por una nueva filosofía, aquella que afirma que se debe hacer lo que sea necesario para arrancar de la miseria a los millones de condenados que bogan en el camino del desaliento.
Y si lo anterior no puede ser posible entonces estaremos condenados a la sumisión, al conformismo y a todo lo que hoy vive el país, de forma más agudizada. Sin esperanzas, para un futuro promisorio.
HANNA.
No respetó fronteras y derribó las barreras inexpugnables de la nación más poderosa. Y sólo fue un vientecillo…
PUERTOS.
El inconveniente para algunos —o para todos— que los militares se hagan cargo de las aduanas portuarias.
COVID-19.
Nos acercamos peligrosamente, derrotados, al muerto número cuarenta y cinco mil.