Del AMLOFest, Los dos kilómetros de Pagés o nunca más un México sin nosotros. || La noche de los Nahuales
Por Benjamín M. Ramírez
Ahí estaban: dos México, dos visiones, dos posturas, dos posiciones, dos perspectivas. Cada una con su “verdad”, con sus argumentos infalibles, inalterables dogmas de fe.
Por un lado, el de la plaza de la República: el discurso acre, amargo, mordaz, incisivo, agresivo, fascistoide, juzgadora, acusadora, acosadora.
Por otro lado, a dos kilómetros de distancia, como lo arengó en su discurso Beatriz Pagés, —dueña de su verdad editada a golpe imprenta—, se encontraba en la plancha del Zócalo, el otro México, el de los aplaudidores del “autoritarismo”, “el México obscuro”, “distante del México sonoro” —lo que sí estaba era el auge de la Sonora Santanera que pone a bailar a cualquiera—.
Quizá porque la edición de Siempre! ya no se lee, como antes, o lo que es peor, ya no recibe los emolumentos vía publicidad oficial. De ahí, el encono, el rencor y la saña. Siempre! un semanario político, aplaudidor en otros sexenios.
La plancha del Zócalo estaba a reventar, lleno —aproximadamente 250 mil asistentes—, según el diario la jornada; otros —un poco más parcos— aseguran unos 140 mil espectadores. Lo cierto era el ambiente de fiesta, de alegría, de un público que llegó proveniente de distintas partes del país, a refrendar una vez más su apoyo incondicional al presidente de México. Es el pueblo de la esperanza.
El presidente de la República Andrés Manuel López Obrador goza de la aceptación y aprobación de un porcentaje mayor al 68%, según encuesta del diario Reforma, y es más fuerte que cualquier otro presidente en décadas, según The Washington Post.
Si bien es cierto que los temas de inseguridad y el crecimiento económico se mantienen en 0% también es cierto que hasta hoy es el único presidente que goza, a un año de asumir el cargo, de la confianza de sus gobernados.
Así lo expresa Confucio, según el siguiente relato rescatado por Anthony de Mello, en La oración de la rana 2, página 58:
En cierta ocasión, un discípulo le dijo a Confucio: « ¿Cuáles son los ingredientes fundamentales de un buen gobierno?
Le respondió Confucio: «Alimentos, armas y la confianza del pueblo.»
«— Pero, si tuvieras que prescindir de uno de esos tres ingredientes, siguió preguntando el discípulo, ¿de cuál de ellos prescindirías?
«— De las armas.
«— ¿Y si tuvieras que prescindir de uno de los otros dos?
«— De los alimentos.
«— ¡Pero, sin alimentos, la gente moriría…!
«— Desde tiempo inmemorial —dijo Confucio— la muerte ha sido el destino de los seres humanos. Pero un pueblo que ya no confía en sus gobernantes está verdaderamente perdido.
Es el sentimiento de fiesta porque el pueblo celebra junto con el hombre que le ha inyectado nuevas esperanzas a un país que había errado el rumbo y se distanció de sus gobernantes; de una forma de ejercer gobierno a través de las consultas ciudadanas, un pueblo que se siente co-partícipe y responsable de las acciones de quien lo preside.
Es cierto que hace falta mucho por hacer. El país se encuentra convaleciente en la etapa del síndrome de la abstinencia, de la deshabituación, de las decisiones cruciales, y es el período más letal.
Pese a las críticas reticentes, faltos de argumentos, falacias gratuitas que se esgrimen en contra de la ejecución del poder es necesario observar que durante un año, el dólar ha gozado de un período de estabilidad y los precios de los combustibles han tenido una ligera variación, no se contemplan nuevos impuestos y se han declarado inconstitucionales la condonación de impuestos a los grandes corporativos que financiaban campañas, y eso le duele a los encumbrados empresarios acostumbrados al moche y al soborno.
Por lo pronto en Baja California ya se ha dado muestra de que no se tolerarán prácticas anquilosadas en el pasado, el del derroche, del compadrazgo, del pago de favores, la prebenda y las promesas de hacer negocios al amparo del poder.
Quizá ingenuamente los neófitos en el gobierno, por descuido u omisión, caen en la tentación del dinero fácil o del goce de la impunidad en un gobierno que presume transparencia y austeridad.
Ya algunos partidarios del presidente exclaman el nuevo grito de guerra a todo pulmón a un año de gobierno: “Es un dolor vivir con tanto ardor”. Nunca más un México sin “nosotros”, parafraseando a Rousseau en su “Contrato social”, la participación del ciudadano en las decisiones de gobierno.
Lluvias.
Las aguas siempre pondrán en evidencia el desprecio por la infraestructura urbana de las anteriores administraciones que durante treinta años no pudieron responder a las demandas urgentes de la ciudadanía para garantizar la movilidad frente a la aparición de estos fenómenos meteorológicos. Es evidente que vivimos a escasos kilómetros de un país en donde ni el agua, ni la basura suponen un problema.
Cuestión de perspectiva.