Se ha venido repitiendo que muy pronto entraremos a la fase 3 de la pandemia, que es inevitable. Ningún país, por muy rico que fuera, estaba preparado para una contingencia de tal magnitud. Desde la Secretaría de Salud se vienen haciendo llamados desesperados a seguir las estrategias diseñadas para cada fase Pese a los esfuerzos gubernamentales, no todos le dan crédito a la información oficial y las explicaciones y llamados que diariamente y a todas horas nos hace llegar el subsecretario de salud, responsable de la estrategia frente a la pandemia, Hugo López-Gatell.
Para un amplio sector de la población tiene más veracidad un cómico como Eugenio Derbez que la voz del director del Instituto Mexicano del Seguro Social, Zoe Robledo o de la directora del IMSS en la entidad, Dra.Desiree Sagarnaga Durante. O tienen más eco las ocurrencias del gobernador de Jalisco, por ejemplo sobre las pruebas rápidas, que las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
No he escuchado a ninguna autoridad, empezando por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, decir que teníamos el equipamiento óptimo para atender la crisis sanitaria. El diagnóstico era que el sistema sanitario nacional se encontraba desmantelado por una política deliberada desde hace décadas. Que la pandemia venía y que el objetivo era establecer medidas de contingencia para que hubiera el menor número de enfermos graves y defunciones. Que se haría todo lo posible con escasos recursos pero apelando a la comprensión de la ciudadanía, adoptando medidas de higiene, sana distancia y quedándose en casa.
Pero lo que he observado es una radicalización de las posturas que apuestan a que todo salga mal para reafirmarse en su convicción de que la única salida es que “caiga” el gobierno de AMLO, que renuncie el presidente. Nunca había visto tanta mezquindad entre amplios sectores de la población que por años fueron los beneficiarios del régimen: la élite empresarial y la comentocracia. Y en su irresponsabilidad arrastran a ciudadanos que fueron formados por la televisión y la radio privadas y que muertos de miedo creen en soluciones mágicas que les permitirán salir de su lamentable situación.
Hay una amplia masa de la población que vive en la informalidad y depende del pequeño negocio. Muchos jóvenes que el discurso de la precariedad disfrazado de “emprendedurismo” que les vendieron en universidades mediocres y que promocionaron funcionarios como Vicente Fox, hoy viven en total indefensión. Todos ellos son la población objetivo de los nuevos falsos profetas privados o de gobernadores irresponsables que los ven como clientelas políticas para utilizarlos en las próximas elecciones.
Pero más estupor me producen los académicos que alguna vez dijeron defender intereses sociales. Hoy, se han convertido en punta de lanza en los medios y tribunas en los que participan, llamando a boicotear cualquier acción gubernamental. Un papel ausente de ética pues son capaces de torcer la verdad con tal de demostrar la “incapacidad” del gobierno en turno. Son capaces de inventar muertos, utilizar Fake News, difamar y lo que sea necesario. A esos les cayó como anillo al dedo la pandemia.
He sostenido que las crisis desnudan a los actores y los muestran sin máscaras ante la sociedad. Cuando pase la pandemia será momento para que rindan cuentas y asuman responsabilidades. Uno se pregunta por la naturaleza del actuar de todos esos personajes; parece ser que la razón última es la pérdida de privilegios y la añoranza de dar un “giro de 360 grados” para recuperar ese, su “paraíso perdido”. Escribo estas notas con mucha preocupación y desilusionado de muchos a quienes les otorgaba el beneficio de la duda con anterioridad al proceso electoral de 2018. Deseo que como país, salgamos lo mejor librados de esta terrible crisis mundial. Espero de verdad que las élites económicas y sus voceros comprendan el daño que están causando al país. No me hago ilusiones, pero creo que también hay gente solidaria y honesta que entiende que lo que se juega hoy es el futuro de la Nación.