Transiciones || Por Víctor Alejandro Espinoza

En aquella época

A la memoria de Jorge Roldán Zimbrón

Por Víctor Alejandro Espinoza

Llegué a residir a Mexicali en el verano de 1976. El 2 de septiembre iniciaba la licenciatura en la entonces Escuela de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Autónoma de Baja California. Fue el inicio de una etapa fundamental en mi vida. En aquella época, las universidades vivían un momento de creatividad, apertura a las grandes discusiones teóricas, participación estudiantil. Los universitarios nos beneficiamos de la llegada de muchos exiliados de las dictaduras latinoamericanas. Fueron años de una rica formación humanística. La discusión y la crítica eran parte de la vida cotidiana estudiantil.

Por razones personales no me pude ir a estudiar a la UNAM (lo haría años después al ingresar al posgrado), pero fue lo mejor que me pudo haber sucedido. Vivimos una época de aprendizaje, rico en amistades, amores y rebeldías. Una época que nos marcó como generación. Todos los que coincidimos en ese tiempo y en ese espacio llevamos la marca de una vida plena y de fuerte compromiso social y político.

En el quinto semestre de la carrera de Administración Pública y Ciencias Políticas, los dueños de la Librería Universitaria, Jorge Antonio Castañeda y Norma Alicia Bustamante, me invitaron a trabajar. Era una forma afortunada de enterarme de todas las novedades editoriales, leer gratis y obtener recursos para sobrevivir. Todo universitario pasaba por la librería y de ahí a comer a otro de los locales emblemáticos del centro comercial frente al campus universitario: el famoso restaurante Sara’s.

Uno de los clientes asiduos era Jorge Roldán Zimbrón. Llegaba en su vochito verde, siempre acompañado de alguno de sus hijos a quienes llamaba cariñosamente “monos”. Sonriente en su barba y pelo entrecano, buscando las novedades en filosofía, economía, política, sociología y literatura. Me llamaba la atención que impartiera clases en el CETYS (un centro universitario privado). Recuerdo que entre sus bromas era haber colocado en el vochito un vaso de unicel con un hilo amarrado al retrovisor con el cuál se comunicaba “por radio” a distintos personajes. Y repetía “mono llamando a …”

En el séptimo semestre de la carrera, Ángel Rivera Granados, quien fuera director de la escuela, me preguntó cuánto ganaba en la librería y le contesté que 1,950 pesos a la semana. Me dijo: “Te lo pago si aceptas ser mi asistente como profesor con la encomienda de elaborar materiales para las clases”. Un semestre después, en el octavo, me invitaron a dar una optativa en la carrera de Sociología. Y propuse la materia “Desarrollo Económico y Social de Baja California”. Fue el examen que me hicieron para ingresar a un grupo de profesores que fue conocido como el Colectivo Democrático: Fuimos 12 los amigos que decidimos ser los mejores profesores y luchamos contra el autoritarismo en la UABC: Edmundo Jacobo Molina, Jorge García Montaño, Luis Héctor González Mendoza, Daniel Carlos Gutiérrez Rohán, Julio César García Romero, Eduardo Raya Reyes, Manuel Gutiérrez Vidal, Luis Llanes Lagunes, Rodolfo Díaz Castañeda, Demetrio Palacios Moreno, Jorge Roldán y un servidor. La media de edad era de 27 años; el “viejito”, al que así apodábamos, era nuestro querido Roldán.

Jorge Roldán usaba una frase coloquial que expresaba su disposición a enfrentar los desafíos de la vida: “De alguna manera”.  El artero golpe a la UABC en 1981 significó truncar los proyectos de desarrollo educativo de nuestra querida universidad. Los doce “colectivos” emprendimos el camino del exilio. Roldán y parte del grupo se incorporaron a la Universidad de Sonora. Este 1 de enero Jorge partió, alzo el vuelo una vez más. Roldán, fue durante años, profesor de la preparatoria del CETYS en la que formó a jóvenes de manera universal y crítica. Uno de sus mejores alumnos fue Edmundo Jacobo.  Esto me escribió Edmundo al enterarnos que Roldán había partido: “Jorge cambió el rumbo de mi vida y en buena medida en donde estoy y lo que soy se lo debo a él”. Es un sentido homenaje compartido al querido viejito, al sabio Jorge Roldán.

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