Transiciones || Por Víctor Alejandro Espinoza

De la tragedia a la farsa

Por Víctor Alejandro Espinoza

El periodo de 6 años que se extiende entre 1928 y 1934 es conocido como el Maximato, cuando el hombre fuerte de México, Plutarco Elías Calles (presidente de la República entre 1924 y 1928) decidió continuar con el control del poder político. La ocasión propicia fue el asesinato del candidato electo, Álvaro Obregón quien debía tomar posesión el 1 de diciembre de 1928. Obregón había precedido a Calles como presidente entre 1920 y 1924. Ganó la elección de 1928 para llegar a la silla presidencial, pero fue asesinado en el Parque de la Bombilla en la Ciudad de México el 17 de julio de 1928.

Plutarco Elías Calles, fundador del Partido Nacional Revolucionario en 1929, antecedente del PRI, se hizo con el poder “detrás del trono”. A la muerte de Obregón, durante el interinato de Emilio Portes Gil (1928-1930) y los gobiernos de Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y Abelardo L. Rodríguez (1932-1934), Calles se convirtió en el “jefe máximo”. Todas las decisiones trascendentes eran tomadas al exterior de Palacio.

Calles se distinguió por el combate al culto religioso fuera de las iglesias. Durante su gobierno tuvo lugar la Guerra Cristera que enfrentó a la iglesia católica con el gobierno federal. Al grito de “Viva Cristo Rey”, grupos religiosos se levantaron en armas contra las reformas al Código Penal que limitaban las libertades religiosas. Pero también, Calles se caracterizó por la persecución de inmigrantes chinos. Fue una verdadera pesadilla para las minorías orientales, sobre todo en el norte de México.

Hoy al parecer estamos ante el intento por repetir la historia del Maximato; pero se trata de una farsa, como escribiera el clásico. Efectivamente, detrás de la alianza Va por México que integran el PAN, PRI y PRD, se encuentra una organización que dirigen los empresarios Gustavo de Hoyos Walther y Claudio X.(Xicoténcatl) González. En un hecho inédito en la historia política mexicana, el empresariado de manera explícita ha decidido impulsar una alianza electoral con el único fin de derrotar a Morena y con ello descarrilar el proyecto encabezado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) conocido como la 4T.

No es que en el pasado los empresarios no hayan influido en la designación de candidatos. Sabido es que la COPARMEX ha sido semillero de candidatos del PAN en todo el país. No estoy diciendo ningún secreto, así lo reconocen los dirigentes panistas. O que incluso hayan abanderado a otros partidos. Lo que es novedoso es que el anti proyecto político de la alianza Va por México sea dictado por estos dos empresarios a través de su organización y que fijen la agenda de la alianza. Así sucedió en el pasado proceso local 2020-2021 a nivel federal y local en las elecciones en las que participó dicha alianza.

El “proyecto”, si así se le puede llamar a un enunciado político, se limitaba a evitar que la alianza encabezada por Morena ganara la mayoría calificada o absoluta en la Cámara de Diputados en la pasada elección; hoy, la propuesta explícita publicitada la semana anterior es: “Unidad para construir un México Ganador (sic) para todos y echar a Morena de Palacio”.

Evidentemente, los empresarios han empezado a pasar factura de los pírricos logros conseguidos por la alianza entre el PAN. PRI y PRD. Para ellos, se deben al liderazgo de los dos mecenas. Imaginemos el escenario en el que en las elecciones de 2024 la alianza se alzara con el triunfo: sería el sueño empresarial de una nueva jefatura máxima. La farsa se habría consumado.

O los partidos políticos de la alianza Va por México se encuentran muy desesperados ante las derrotas electorales recientes, o no alcanzan a visualizar que por la vía de un Maximato pierden la credibilidad que les quedaba. Pierden también los ciudadanos ante la imposibilidad de tener como una opción a partidos políticos fuertes, institucionalizados, con rasgos de identidad más definidos. Se desdibuja la oposición y con ella el sistema de partidos políticos que toda democracia consolidada requiere.

Sucumbir ante los intereses inmediatos de una organización empresarial como Sí por México es condenarse a una probable pérdida de registro de los tres partidos nacionales. Es el problema de la antidemocracia al interior de los organismos políticos.

Los líderes parecen estar pensando sólo en sus intereses particulares. Los partidos políticos son entidades de interés público. Pequeña gran diferencia.

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