LeerEntreLíneas|| Francisco Ruiz
Los zombis de la política
Martes 8 de diciembre 2020. Viene a mi memoria cuando, en 2003, Andrés Manuel López Obrador pronunciará una de sus tan polémicas frases: “a mí que me den por muerto para las elecciones presidenciales del 2006, porque este tema causa mucha polémica y pone nerviosos a mis adversarios”. Tres años más tarde resultó que “no estaba muerto, andaba de parranda”.
Podría decirse que se trató de una especie de “muerto viviente”, también conocido como “zombi”. De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española (RAE), el término “zombi” deriva del criollo haitiano y éste, a su vez, de una voz africana, y se interpreta como una “persona que se supone muerta y reanimada por arte de brujería con el fin de dominar su voluntad”.
Resulta curioso cómo se puede encontrar una gran similitud entre esto último y el inicio de cada proceso electoral. Pareciera que los “brujos” deciden poner en práctica sus hechizos para despertar a las y los pretensos de todos los colores y sabores, quienes aspiran a ser candidatos(as) a un puesto de elección popular, en el caso de 2021: gobernador, diputados federales y locales, así como munícipes.
¡Que importa la preparación, la experiencia o el prestigio! Los “nigromantes” desatan sus energías para que sus alfiles comiencen a aparecer públicamente. De un momento a otro las y los aspirantes se convierten en expertos “opinólogos” de los problemas que lastiman a la gente, compran publicidad y difunden sus mejores fotografías al por mayor. Entre más buena onda, más sensibles y carismáticos luzcan, mejor.
En 1929, los militares que sobrevivieron a la Revolución mexicana diseñaron el primer partido político del México contemporáneo. El propósito fue pasar de la batalla al debate, pero no el debate de parafernalia, sino de aquél en el que, mediante el consenso y el disenso, se construyeron nuevas ideas, nuevas instituciones, un nuevo y mejor país.
Aunque pudiera parecer ajeno, el ejército fue la base para la estructuración del cuerpo diplomático de nuestro país. Como en la milicia, los diplomáticos mexicanos ascienden en sus rangos con base al mérito, aunque cabe aclarar que no al mérito ególatra que se presume, sino a aquél que es reconocido por sus iguales. Porque el liderazgo no es protagonismo, sino responsabilidad, decoro y el reconocimiento de quienes te rodean, no la auto-calificación positiva.
El sistema de organización y el marco jurídico del Servicio Exterior Mexicano dio pie a la estructuración de las normas que darían paso a la profesionalización de la vida pública mediante el servicio civil de carrera. Ya lo dijo don Porfirio en su momento, no es lo mismo ser militar de carrera que hacerse a la carrera.
Y es que precisamente “a la carrera” muchas y muchos ansían levantar la mano para las próximas elecciones sin saber para qué. Saben qué quieren, no están seguros de cómo lograrlo, pero, sin temor a equivocarme, puedo asegurar que la inmensa mayoría no tiene claro el por qué, para qué ni para quiénes. La corrupción y los excesos en el ejercicio del poder han deteriorado el concepto de la política, el motivo siempre es el mismo: capricho, egoísmo y narcisismo.
Por ello, para dedicarse al noble arte de hacer política, se requiere de mucho más que “likes” en redes sociales o fotografías “fotoshopeadas”. Si realmente deseamos dignificar la política, debemos ser más humildes y fortalecer la profesionalización del servicio público. Hay que tener en muy claro si servimos para servir o queremos servirnos quienes sí sirven. Aún hay tiempo.
Post Scriptum. “Tarde o temprano, la disciplina vencerá a la inteligencia”, dicho japonés.
* El autor es maestro, escritor y consultor político.
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