El señor Sota estuvo muchas legislaturas en el Congreso de Baja California hasta que se jubiló.
Con residencia en San Luis Rio Colorado, Sonora, a diario iba y venía para apuntalar los servicios parlamentarios del Congreso local.
Por su experiencia se le decía que era otro diputado más, pues en cada Mesa Directiva se le veía asesorar a quien presidiera los trabajos parlamentarios.
Ahora, en plena XXIII Legislatura, se le extraña por la impericia de los diputados locales, aunque algunos de ellos han estado en curules con antelación.
Tras el fracaso del cabildeo de Morena para reconocer constitucionalmente las uniones civiles entre personas del mismo género, los diputados se cansaron en romper una y otra vez el quórum de 13 legisladores.
El quórum es la mayoría necesaria para realizar una sesión, sea presencial o virtual Si no hay 13 diputados, simple: no hay validez de ese parte de la sesión.
Mientras la diputada Julia Andrea González hacia gala de sus limitaciones en la dicción y lectura en voz alta, los diputados apagaron sus cámaras y salieron de la sesión. Llegó a estar en la sesión solo seis diputados, menos de un cuarto de legisladores lo que invalida lo leido.
Hay casos como David Ruvalcaba del PRI, Araceli Geraldo de Morena y el presidente Julio César Vázquez del PT que dejaron su cámara prendidas simulando que estaban presentes.
Lo curioso es que se leyó el dictamen 50 que tiene que ver con la paridad política y de derechos en Baja California.
Se hizo un receso ante el desorden.
Tras el receso, Molina hizo recordar a la diputada Rafaelita que gustaba de “sopear” una concha en su café. Antes de mostrar su pésima dicción y lectura atropellada e intentendible, Molina regresó con un recipiente de leche para imponer su jettatura entre los morenistas bisoños.